Howard había desaparecido y, bajo la guía del Gran Maestro Laurent, la corte logró evitar caer en caos por el momento.
El monstruo del río le encargó a Howard una misión y lo transportó hacia lo más profundo del Nuevo Mundo, prometiendo vigilar el Reino de Oli en su lugar.
Howard siempre había querido convertirse en un aventurero, su corazón decidido en encontrar a Margaret.
Por razones que desconocía, se encontraba extrañándola terriblemente.
Tal vez era la crecientemente insatisfactoria vida en la capital lo que lo hacía anhelar su primer encuentro y los días que lucharon lado a lado, dejándolo sentirse vacío por dentro.
Utilizando su estatus real y ciertos canales, Howard había logrado rastrear algunas pistas sobre Margaret.
Ahora, Howard se encontraba en la naturaleza salvaje del Nuevo Mundo, solo por primera vez en mucho tiempo.
Habían desaparecido los incontables guardias reales que solían seguirlo; su ausencia se sentía extraña pero liberadora.