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—¡Soy Kellman, el líder de los Mercenarios Lobo Gélido! ¡Por favor, abran paso! —Kellman avanzó, afirmando su identidad.
Normalmente, los vulgares bandidos se dispersarían al solo oír el nombre de Kellman.
Sin embargo, este grupo de bandidos era evidentemente extraordinario, sin mostrar signos de retirada.
La expresión de Kellman se volvió grave, marcando la primera vez que su reputación había fallado en intimidar.
Al observar la postura valiente de los bandidos, Howard sugirió:
—Tomemos un desvío.
Aunque Kellman se sintió humillado, confiaba en el juicio de Howard, ya que sus decisiones siempre habían sido acertadas.
Asintió:
—De acuerdo, rodeémoslos.
Cuando giraron sus caballos para irse, un hombre grande y musculoso saltó de un árbol detrás de ellos, bloqueando efectivamente su camino.
Él sostenía un garrote masivo y miró a Kellman con una burla.