Una suave calidez y un delicado aroma envolvían a Howard, pero su corazón permanecía inmóvil, desprovisto de turbulencia emocional.
Él entendía que su involucramiento con esta chica era puramente utilitario, teñido con un toque de culpa.
—No te preocupes. Cuando vuelvan, atacaré de manera inesperada, tomándolos desprevenidos. Estoy seguro de que podré rescatarte de este lugar.
Howard ofreció consuelo y Aurelia asentía sin cesar.
En ese momento, sin embargo, una risa burlona seguida de una serie de toses resonó desde cerca.
—¿Quién está ahí?
Consciente de la presencia de alguien aún respirando en la habitación contigua, Howard no se sorprendió.
No había investigado antes; si alguien estaba fingiendo la muerte, no era asunto suyo.
Ahora que la persona había hecho un sonido, indicaba la disposición a comunicarse.
Como era de esperar, una voz débil pronto emanó del otro lado:
—¿Pensando en dejar este lugar? —Podrías ser excesivamente optimista.