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—¿Sabes que esto es una trampa, verdad? —preguntó fríamente el emisario—. Tan pronto como salgamos, él nos atacará, y no puedo llamar a la Señora Lujuria desde aquí.
El Gobernador miró al emisario con el ceño fruncido. —¿Qué se supone que debemos hacer? No soy un Supresor, y tú no eres lo suficientemente poderoso. Dame una alternativa.
El emisario permaneció en silencio por un momento.
—No hay Espectros de Fuerza inteligentes —dijo el emisario—. Se quedó sin energía y está escondido en algún lugar aquí dentro. Quiere que nos vayamos para que no lo encontremos.
—Él no tiene un cuerpo físico —respondió el Gobernador—. Cubrí toda la habitación con tela de araña, y todavía puede atacarte.
—Entonces, ¿por qué se detuvo? —preguntó el emisario—. Si simplemente sigue atacando, sería más convincente. No hay razón para dejar de atacar para dejarnos escapar.
El Gobernador volvió a mirar la niebla en la habitación.
Examinó minuciosamente toda la habitación.
No, no había nada.
