—La Prisión observó a Julián durante un buen rato.
—No esperaba que Julián supiera que Envidia estaba atascado luchando contra Aegis.
—Era verdad.
—Envidia no podía prescindir de ninguno de sus poderosos siervos ya que Aegis ejercía una enorme presión sobre él.
—Sin embargo...
—Eso no será siempre así —dijo la Prisión—. Estás tomando una decisión basada en una situación momentánea que tendrá consecuencias permanentes.
—Las bocas se rieron entre dientes.
—No es permanente —respondieron—. La tasa de mi crecimiento es inigualable.
—Solo necesito convertirme en un Demonio, después de lo cual tomaré el control del liderazgo de esta ciudad.
—Y entonces, mi poder no estará contenido solo en esta ciudad.
—El gobernador puede llamar a Aegis.
—¿Está tu señor dispuesto a arriesgar a sus poderosos siervos por un deseo de venganza?
—Las sonrisas en las bocas se volvieron arrogantes.