El día pasó rápidamente, y la fortaleza se llenó de emoción por la llegada del ápice de la humanidad. Desde el evento Nexus, Atticus Ravenstein se había convertido en una figura legendaria, alguien que todos querían conocer, aunque fuera solo una vez en su vida.
Para muchos, lo que habían presenciado hoy probablemente sería lo más cerca que jamás estarían de él. Pero nadie se quejaba.
Atticus pasó la mayor parte de su tiempo en su habitación, meditando en silencio. Había llegado en la tarde y había declinado educadamente cualquier alimento o amenidad, afirmando que ya había comido antes de llegar a la fortaleza.
Sin embargo, al caer la noche, decidió aceptar un acto de hospitalidad.
Un golpe en su puerta rompió su enfoque.
—El comandante de la fortaleza le gustaría invitarle respetuosamente a cenar, Ápice Ático —dijo la sirvienta arrodillada ante él.
