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Al día siguiente, Atticus se despertó temprano y comenzó su rutina habitual. La habitación estaba en silencio excepto por el leve zumbido de energía espiritual mientras meditaba, agudizando su Omnicognición y refinando su ojo espiritual. Todavía recordaba la conversación que había tenido con sus padres el día anterior y no pudo evitar fruncir el ceño.
Sin embargo, su enfoque se mantuvo afilado como una navaja, el tiempo se escurrió desapercibido hasta que sintió una presencia familiar acercándose a su puerta.
Con un suspiro, se levantó. —Entra —dijo, justo cuando la persona fuera levantó la mano para tocar.
La puerta se abrió lentamente con un chirrido, revelando a Arya. Dudó en la entrada, congelada por un momento antes de afirmarse y dar un paso al interior.
—Joven maestro —dijo ella suavemente, inclinándose formalmente.
—Arya —Atticus sonrió, pronunciando su nombre como si probara su reacción.