Para cuando cayó la noche, Atticus abrió los ojos. Su pecho se elevaba y descendía mientras soltaba un profundo suspiro.
—Estoy empezando a controlarlo —susurró para sí.
La mejora era clara. Aunque las técnicas que había replicado hoy eran menos complejas comparadas con las que había observado en otras razas, el progreso aún era significativo.
Cada firma había sido bloqueada en su memoria, y su velocidad de replicación estaba mejorando constantemente.
Aún así, no era suficiente.
—Tengo un largo camino por recorrer —admitió Atticus.
—¿Un largo camino? —La voz de Ozeroth regresó, teñida de diversión—. Yo diría una eternidad. Apenas has descubierto cómo gatear, y ya sueñas con correr un maratón.
Atticus esbozó una leve sonrisa. —Llegaré. Más rápido de lo que piensas.
—¿Optimismo? —La carcajada de Ozeroth era profunda y burlona—. No te preocupes, estaré aquí para recordarte cuando tropieces y caigas. Alguien tiene que mantenerte con los pies en la tierra.
