Atticus se sintió poderoso.
Si tenía que ser sincero, no era la primera vez que se sentía de esta manera. Cada vez que ocurría, el mundo parecía diferente, no, era él quien había cambiado.
Era como alguien que había caminado toda su vida de repente se le diera la capacidad de volar.
Se sintió surrealista.
Se sintió increíble.
Todo su ser vibraba con una energía que nunca había experimentado antes, una energía que parecía infinita.
Sus sentidos se agudizaban a un grado sin precedentes, como si el mundo a su alrededor se ralentizara mientras él avanzaba sin esfuerzo.
Su fuerza se multiplicaba enormemente, su velocidad se volvía aterradora, y parecía que podía extender la mano, tocar el horizonte y destrozar montañas con un solo movimiento de su mano.
Pero incluso en medio de todas estas sensaciones increíbles, Atticus podía sentirlo.
Algo era diferente.
Se sentía más que humano, más que un hombre. Un ser humano no debería sentirse de esta manera.