El mundo se quedó en silencio.
Cada par de ojos se abrió de par en par con absoluta incredulidad. La tajada azul-púrpura continuó tallando el horizonte, dejando atrás un rastro de devastación tan profundo que parecía que el mundo mismo se estaba partiendo.
Por un breve momento, nadie se atrevió a respirar, el silencio era denso y sofocante. La intención asesina que emanaba de los gran maestros, que había cubierto la zona, se disolvió como azúcar en agua.
Pero lo que la reemplazó fue mucho peor.
Era semejante a la onda expansiva de una explosión nuclear. Una intención asesina tan potente que hizo que cada gran maestro en la zona temblara, estalló de Atticus, saturando el aire con una intensidad sofocante.