La ira en el aire seguía acumulándose.
Incluso cuando la cúpula dorada desapareció, provocando que el mar de agua cayera en el foso de abajo, la ira continuó aumentando.
Carius había escapado.
La realidad de esas palabras se sentía pesada, tan pesada que Atticus no quería aceptarla. Era como una enorme carga.
Pasó algún tiempo para que la verdad se asentara profundamente en Atticus. Y tan pronto como lo hizo, la ira disminuyó significativamente.
La mirada de Atticus seguía siendo tan fría como el hielo, pero su mente ya había comenzado a trabajar. Y cuando pensó en toda la situación, un frío hecho se gestó dentro de él.
Sólo tenía que matarlo otra vez.
Desde su breve interacción con Carius, Atticus ya había subido su nombre a lo más alto de su lista de objetivos a matar.
Odiaba cuando alguien amenazaba a su familia; lo odiaba hasta el núcleo. Pero eso ni siquiera era el aspecto más peligroso de Carius.
—Es un estratega —pensó.