Draktharion y Atticus continuaban con sus enfrentamientos cataclísmicos, sus formas se difuminaban con la velocidad, chispas y energía rasgaban el aire mientras las garras de uno encontraban la katana del otro.
Cada golpe sonaba como un trueno, el suelo abrasador se rompía bajo sus pies, las ondas de choque partían los cielos.
El campo de batalla se convertía en un borrón de rojo y azul, el calor de las llamas de Draktharion quemaba el mismo aire, mientras que la energía azur de Atticus lo cortaba todo como una cuchilla de luz pura.
A esta altura, ya era muy claro para Draktharion, y para todos los que observaban, quién tenía la ventaja.
Desde que comenzó la batalla, a parte de sus constantes choques y paradas, Draktharion no había logrado asestar ni un solo golpe en Atticus. Pero no se podía decir lo mismo de Draktharion.