Esta vez, para Atticus, la desorientación que venía con la teleportación se magnificaba muchas veces. Podía sentir cómo su estómago revolvía, amenazando con vaciarse.
La luz brillante se atenuó al cerrarse el portal detrás de ellos, y Atticus, junto con los demás, se encontraron en una vasta habitación.
Era como entrar en otra dimensión—todo se sentía ligeramente fuera de lugar, distorsionado, como si incluso el aire mismo fuera irreal.
La habitación era alta, extendiéndose lejos en todas las direcciones, con paredes hechas de una mezcla de piedra oscura y material translúcido, constantemente deformándose y cambiando como si la habitación misma estuviera viva.
La luz era tenue, iluminando débilmente el área y dando al espacio entero una atmósfera inquietante y siniestra.
—Estamos en otro dominio —dedujo Atticus inmediatamente—. Podía sentirlo en el aire. Esto estaba lejos de la atmósfera familiar del dominio humano.
Estaban en un lugar totalmente distinto.