—Relájate, Ulric —dijo el hombre, su voz llena de sarcasmo—. ¿Qué hay que oír? Estamos perdidos en el medio de la nada, dentro de este estúpido artefacto. La única manera de entrar es con el anillo, y si alguien siquiera piensa en usarlo, el Gran Maestro Alvis lo sabría al instante. Así que a menos que le temas a tu propia sombra, diría que estás escuchando cosas.
—No sé, algo no me cuadra —Ulric frunció el ceño, mirando hacia el pueblo abajo—. Ese escuadrón de caza se fue hace horas y aún no han vuelto. Ya deberían haber regresado.
—Probablemente ya estén muertos —dijo con una sonrisa burlona otro hombre, sentado al borde del grupo con una cicatriz en el labio, lanzando una moneda al aire y atrapándola—. ¿Qué esperabas? Este lugar no es precisamente un paseo en el parque. Probablemente se encontraron con algo desagradable allá afuera. Y además, si están muertos, es solo unas bocas menos que alimentar, ¿eh?