Atticus retrocedió su mano derecha e inmediatamente lanzó un puñetazo al barrera de aire. El impacto fue intenso, como si hubiera golpeado una pared muy sólida.
—Está duro —fue todo lo que Atticus pudo pensar. El aire era el elemento más libre que conocía Atticus, y le resultaba difícil imaginar cómo se podía hacer tan resistente.
—¿Bueno? ¿Puedes hacerlo? —preguntó Eolo.
Atticus se echó hacia atrás. La cara de Eolo, mirándolo con una mirada intensa, de repente había aparecido muy cerca del lado derecho de su cara.
—¿Qué demonios pasa con este hombre escalofriante? —Atticus sintió su corazón latir rápido. Este hombre le había sobresaltado más veces hoy de las que lo había estado en un mes.
Sacudió la cabeza y se aseguró de crear más distancia entre él y Eolo. Quería ser cauteloso.—Podría ser un pedófilo —pensó Atticus seriamente.
Eolo no tenía idea de con qué lo acababa de etiquetar Atticus y cruzó de nuevo los brazos sobre su pecho, esperando.