Atticus dejó de pensar en el asunto. No sabía lo que no sabía, y no había nada que pudiera hacer al respecto. En cambio, ya que tenía la oportunidad, iba a averiguar todo lo que pudiera por ahora.
Atticus ignoró completamente las chispas que saltaban entre Dario y Amara, con el primero dedicándole toda su atención, y decidió hacer otra pregunta que le estaba molestando.
—¿Dónde están? —preguntó.
Justo cuando Amara estaba a punto de responder, Dario interrumpió.
—Ah ah ah, ¡espera! No le arruines la sorpresa al joven maestro —Dario se interpuso entre Atticus y Amara, inclinándose ante el primero—. Si no me equivoco, entonces estamos en ruta hacia uno de los Santuarios. Creo que sería mejor si lo ve por sí mismo, joven maestro —concluyó.