La opresiva ola de calor pintó el cielo de un intenso tono naranja, imposible de ignorar. Atticus giró rápidamente en el aire, sus ojos se fijaron en una multitud de colosales bolas de fuego que se dirigían hacia él.
La mirada de Atticus barría la zona, su mente extrañamente clara. A pesar de que un tsunami de bolas de fuego estaba a punto de quemarlo hasta convertirlo en cenizas, no parecía importarle.
En su mente solo había una cosa actualmente: encontrar a Aurora.
La suerte estaba de su lado, ya que no tuvo que buscarla durante mucho tiempo. Encontró a Aurora a unos 60 metros de él, su expresión una mezcla de shock y desconcierto mientras miraba sus manos.
Atticus no se molestó en pensar por qué ella miraba sus manos con shock; claramente no era el momento de hacer algo tan insensato.