A esa proximidad, ni siquiera Atticus estaba seguro de salir ileso de ese ataque.
Y esto era aún más cierto ya que no podía usar el elemento espacial para bloquear un ataque tan intenso como ese.
Atticus recorrió con la mirada el pasillo, observando la devastación que se estaba desplegando.
La intensa explosión que acababa de suceder continuaba, la abrasadora ola roja de fuego se extendía a través del pasillo por ambos lados.
—¿Hm? —murmuró Atticus, su mano derecha se movía hacia su frente. En cuanto su mano la tocó, Atticus no pudo evitar levantar una ceja en ligera sorpresa al sentir una pequeña cantidad de sudor manchando su frente.
«¿Estoy sudando?», la sorpresa de Atticus era completamente justificable.
Él mismo sabía lo increíble que era su tolerancia al fuego y a los demás elementos. Se requeriría una intensa cantidad de calor, suficiente para convertir a miles en cenizas, solo para hacer sudar a Atticus.