Las tres figuras flotando en el cielo a cierta distancia de Zeras eran nada menos que dos hombres y una mujer, una mujer con la que él estaba muy familiarizado.
Era nada más y nada menos que la Gran Anciana Celestina.
—Él es el indicado. El que superó todas las pruebas del evento de guerra de prodigios y también sufrió regresión en su cultivación —dijo ella con una expresión vacía mientras todos miraban a Zeras, quien estaba observando el cielo con una expresión confusa en su rostro.
—Qué interesante. Regresión desde el rango de origen del universo, y luego enfrentar un castigo celestial menos de una semana después. ¿Qué habrá hecho para enfurecer a los cielos tanto que han decidido acabar con él para siempre? —dijo el segundo anciano, un hombre musculoso de tres metros de altura.
Una extraña melena roja y flamígera, como la de un león, cubría su cuello mientras miraba a Zeras con burla.