Girando lentamente su atención hacia la secta del Éter Divino, Zeras no pudo evitar alzar una ceja ante tal estúpida pregunta.
—¿Puedes repetir? —preguntó Zeras con una ceja alzada.
—Dije, ¿qué hay de esas personas a las que heriste gravemente? A uno lo atravesaron lanzas de temor, hundiéndose en su frente, pecho y ambos hombros.
Otro quedó con el trasero reducido a un charco de carne desgarrada, y otro, un genio de una raza exaltada, fue reducido a sus rodillas, con pecho y estómago perforados.
Y a otro le destruyeron el tercer ojo, casi cortando la mitad de su cultivación. ¿Cómo deseas explicar estos actos criminales, o estás diciendo que no eres el responsable? —la secta del Éter Divino.
—Por supuesto que lo soy, después de todo, soy el único entre todos los presentes que puede hacer eso —respondió Zeras, haciendo que los distintos líderes de las sectas estrecharan los ojos.