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La respiración de Rey se sentía pesada.
Había pensado, con seguridad, que su teoría sería correcta, o al menos mostraría alguna señal en la realidad.
—Ninguno de estos rostros y nombres se parece a ella en absoluto. Si ella quisiera que la encontrara, habría dejado algo atrás. ¡Cualquier cosa...! —susurró con frustración.
Inicialmente, Rey estaba tranquilo al respecto. Cuando lo comprobó por primera vez y no la encontró, estaba seguro de que solo había pasado algo por alto.
Pero, después de doce veces ahora, revisando los documentos de cada Aventurero que se había registrado desde el día de su coma hasta el presente, no encontró nada.
—Revisé todos los detalles, incluso la información de todas las Misiones que han realizado. Y aún así... ¡nada! —se lamentó en voz baja.
Rey se sentía atascado.
Lo que resultaba más frustrante que su ansiedad creciente era el hecho de que tenía que suprimirla cada vez, por lo que era forzosamente tranquilo sobre todo.
