La muerte.
Es algo verdaderamente aterrador.
Insufla desesperación a sus víctimas mientras intentan nadar contra la inevitable marea de tragedia que se precipita contra ellas.
Esta marcha imparable… nunca termina.
Aterrador, ¿no es así? Suficiente para debilitar las rodillas y dejar el cuerpo sin fuerzas.
Bien, ahora una encarnación de este mismo concepto contemplaba a una chica —una adolescente que no tenía más de dieciséis años— justo después de haberle quitado la vida a su camarada.
El olor a sangre y vísceras llenaba el aire, creando un hedor agrio que haría que cualquiera frunciera la nariz y derramara una lágrima o dos.
Esta abrumadora sensación, y la atmósfera lúgubre causada por la sombra proyectada por la criatura del caos, finalmente empezaron a calar en la mente rota de Alicia White.
Fue en este momento que ella comprendió completamente el terror de la muerte.
Su respuesta.