Los ojos azules de Elisa permanecen fijos incluso cuando sabe que está siendo juzgada por los temibles altos demonios a su alrededor. Avanza hacia el final de la pequeña escalinata donde estaba hecho el Trono de Satanás. Él permanece relajado en su asiento con ambas manos descansando sobre los brazos del trono.
—Abuelo, ¿para qué me has llamado aquí? —preguntó Elisa educadamente.
—Mi hermosa nieta —pronunció Satanás en voz alta como si intentara dejar claro quién era ella, ya que parecía haber algunos demonios que todavía no creían que ella fuese su nieta. Era porque, aunque Elisa tenía un olor muy fuerte a demonio, también poseía el olor de un humano.
Satanás dijo:
—Te he llamado aquí para presentarte a algunos de mis leales vasallos, ya que pronto ocuparás mi posición.
Qué confiado, pensó Elisa, pero entonces no se desanimó porque, como su abuelo, ella también tiene su propio objetivo por lograr, lo cual hará a su manera, de modo que no perderá nada por su parte.