Leviatán ayudó a Elisa a acercar el cuerpo de Ian, pero antes de que pudieran moverlo, Elisa captó algo con la vista y entrecerró los ojos. La punta de los dedos de Ian se había desmoronado lentamente. Tanto Leviatán como Elisa, que estaban cerca, abrieron los ojos de par en par ante la vista.
—No. No. ¡No! —gritó Elisa para sí misma, tratando de recoger lo que quedaba. Sus lágrimas caían continuamente. Se dio cuenta de que el cuerpo de Ian no se desmoronaba por ella. Se había convertido en algo similar a cuando un papel se prende fuego, lentamente desde la esquina de su cuerpo inferior, Ian se había convertido en cenizas.
Ella abrazó desesperadamente lo que quedaba pero ya no tenía nada que sostener en su abrazo después de otros cinco minutos. Leviatán tomó su mano cuando ella intentaba recoger las cenizas que caían al suelo. Lentamente negó con la cabeza, pero Elisa aún intentaba aferrarse a la frágil esperanza.
—¿P-Por qué? —le preguntó Ella a su padre.