Gabriel buscaba su camino a través del bosque vestido de negro donde había bajado su capucha para cubrir su rostro y usaba menos sus alas para transportarse ya que sabía que solo alarmaría a su hermano sobre su paradero. El camino que tomó era oscuro pero de repente no lo era. Un gran fuego azul apareció en el cielo y él entrecerró los ojos solo para descubrir que no era solo fuego azul volando en el cielo sino un hombre vestido con el mismo abrigo negro que el cielo que casi lo hacía invisible. En ambas manos tenía fuegos azules brillantes.
Un par de cuernos que brillaban en un leve color verde aparecieron en los lados de la cabeza del hombre, advirtiendo a Gabriel que era un demonio. Antes de que Gabriel pudiera preguntar quién era y qué demonio poderoso que tenía acceso al fuego azul había descendido al mundo mortal y quemado el bosque, el demonio cantó:
—¿Gabriel? Ángel de la verdad, el portador de buenas noticias, muestra dónde estás. Estamos aquí para encontrarte.