Elisa miró a Vallac, cuyo rostro no parecía el de los otros demonios apuestos que había visto, pero tras el golpe que recibió, cayó al suelo y el lado de su rostro reveló un grupo de plumas creciendo desde su muñeca hasta su dedo, que eran similares a las plumas de los pájaros.
—¡Yo- Yo realmente no sé por qué vienes aquí! —gritó Vallac en respuesta y cuando notó que el ceño de Ian se fruncía, tragó saliva—. Señor.
—¿Quieres decir que no me conoces, es eso? —preguntó Ian, colocándose su guante negro en la mano para que su dedo encajara—. Entonces, ¿por qué huiste? Debe haber algo en tu conciencia culpable que te hizo meter la cola entre las piernas y correr al notarme.