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Como Ian le había dicho, la cacería que se organizó era más grandiosa que cualquier otra caza entre familias. Mucha gente vestía elegante y los caballos estaban alineados en el campo abierto. Elisa ingresó al recinto con las manos alrededor de Ian, según su petición, la cual Elisa obedeció con gusto.
Toda la atención recayó sobre ella cuando vieron su mano alrededor de la de Ian y la gente se acercó a saludarla, personas a quienes Elisa recordaba haber visto antes durante la época en que Ian invitó gente a la Mansión Blanca. Antes la trataban como si fuera aire y ahora eso cambió a ser la diamante.
El cambio repentino era extraño, pero Elisa había aprendido a adaptarse a la sonrisa de la gente que no llegaba a sus ojos.