—Hm, como esperaba, tch —Ian chasqueó la lengua antes de chasquear los dedos para que el cuervo desapareciera, sin dejar rastro después.
—¿Qué pasa? —preguntó Elisa—, ¿era porque el ave estaba herida?
—Redrick pareció haber puesto alguna barrera angélica en la iglesia, mis cuervos no pudieron verlo en ninguna parte y nada. ¿Conoces a ese pájaro blanco, Beel? —Ian cuestionó al Demonio que se había instalado con paz.
Belcebú miró la pluma blanca con una sonrisa irónica —No puedo decir.
Escuchar lo rápido que Belcebú repitió la misma respuesta hizo que Elisa se preguntara cuánto de sus palabras eran una mentira y cuánto verdad. La sonrisa le llamó la atención tanto como a Ian. Se miraron el uno al otro e Ian fue el primero en adivinar —Entonces pertenece a alguien del Infierno.