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El recuerdo quedó fresco en el fondo de la mente de Ian. La única razón por la que no retrocedía de vez en cuando para revivir el recuerdo era debido a los cientos de años que transcurrieron junto a él, haciendo que los recuerdos se corroyeran lentamente en su mente hasta casi desaparecer.
En su brazo, bajo una manta, no solo Elisa sentía la mayor calma en ese momento, Ian también se sentía igualmente en paz. No era el calor de sus cuerpos lo que les hacía estar en la fase más serena, sino su alma. La presencia de Elisa hacía que Ian se sintiera como si estuviera en el Cielo, y ella era su Refugio, lo mismo aplicaba para Elisa.
—¿Qué hiciste para convertirte en un demonio? —ella preguntó, la pregunta más crucial que lo moldeó en la persona que es ahora.