Era la señora Mónica. La mujer vestía un traje azul marino y sus labios estaban pintados del mismo color rojo que Elisa recordaba, similar al que usa cuando visita la Mansión Blanca. La mujer vino a saludarla con una sonrisa, pero Elisa no fue lenta en notar que la sonrisa de la dama no llegaba a sus ojos.
—Sí —dijo Elisa, no creía que fuera necesario decirle a la dama que ya no era una doncella—, mi nombre es Elise Scott, espero que tenga una agradable velada, señora Mónica —la saludó, al tiempo que también observó a las cuatro damas que estaban detrás de la señora Mónica. Dos de las cuatro eran vampiros y las demás eran humanas.