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Volteando su rostro, ella lo miró con incredulidad, encontrando a Ian observándola con una sonrisa aún más amplia en sus labios. —Lo siento, pero déjame decirte que no fue completamente mi culpa —Ian vio cómo ella miraba hacia la izquierda y la derecha como buscando un lugar donde correr mientras sabía que estaba acorralada. Él la atrajo por la cintura, acercándola y sus labios se posaron en la punta de su oreja derecha—. Tú lo pediste.
—¡No lo hice! —Elisa frunció el ceño hacia él. Ella sí le había pedido a Ian, pero no había solicitado que Ian le mostrara su castigo. Pero al mismo tiempo, se preguntaba si esto era a lo que él se refería con castigo todo el tiempo. Su pensamiento se vio repentinamente interrumpido cuando sus dedos acariciaron la parte de su piel que él había azotado. —No toques ahí, me arde —se quejó Elisa con los ojos cerrados.