—Estás ocultando algo sobre los Ángeles Corruptos, ¿verdad? —preguntó Ian de nuevo—. Puedo obligarte a hablar si lo deseas. Ian tenía maneras; aunque serían sangrientas y horripilantes, lo cual no quería usar por la única razón de la presencia de Elisa dentro de la habitación, la mujer estaba poniendo a prueba su paciencia y no tenía mucha.
—Hermana Blythe, no eras así antes —dijo Elisa—. Sabía que la mujer no hablaría y tenía que comenzar para que la mujer revelara el secreto que guardaba. —En el pasado eras una persona amable. Hiciste esa pulsera para mí, la pulsera para protegerme de ver cosas para que pudiera vivir normalmente.
—¿Acaso no estoy siendo amable contigo ahora, Elisa? —Hermana Blythe alzó sus cejas inexistentes, pero la mujer no sabía aún que su rostro se había reformado para mostrar su verdadera naturaleza—. Y esa pulsera, tú la has roto. Ahora toma ese puñal y mata al hombre que está a tu lado. No querrás que él siga contaminándote.