```
Elisa trató de retirar su mano otra vez. Las palabras susurradas por Ian no eran menos que el susurro de un demonio, dulces, tentadoras, casi trayéndole la imagen de la muerte de su familia. Ian le dijo que no moriría, no habían intentado probar si era cierto y esto era lo que Ian trataba de hacer, pero Elisa no quería.
Con Ian sin soltarle la mano, ella frunció el ceño, sus ojos lo miraban —No quiero—, en lugar de enojo, o una voz de desaprobación, Elisa sonaba como si suplicara —Incluso si tú no puedes morir, Ian, no quiero herirte.
—Puedo curarme —contestó Ian, indicando lo que podía hacer. Nunca se preocupaba por las heridas o lesiones. Vio a Elisa sacudiendo su cabeza, y en algún lugar él no podía corresponder con los pensamientos de Elisa —No voy a morir o a lastimarme.