La cabeza de Elisa chocó suavemente contra la puerta de cristal cuando los labios de Ian se separaron de los suyos. Elisa nunca había llamado al Maestro Ian simplemente por Ian. No era un cambio grande, ya que solo había recortado una palabra, pero el impacto se podía sentir hasta en el mechón de su cabello.
—¿Cuánto tiempo deseas seguir siendo una criada? —preguntó Ian, con palabras dulces para sus oídos. Elisa no sabía cómo debía responder e Ian dijo —No, déjame eso a mí. Yo te crearé la mejor oportunidad y resultado—. Ian tiró del dedo que había mordido y Elisa observó su deslumbrante sonrisa.
Elisa no sabía si hoy había tenido suerte. No solo había besado a Ian sino que también tenía su promesa donde él quería casarse con ella. Conociendo a Ian, sabía que no le mentiría ni retractaría de las palabras que había dicho. —¿Puedo hacer una pregunta, I-Ian? —preguntó Elisa e Ian se complació al oírla llamarlo por su nombre de pila.