—Creo que estaré bien —rechazó Elisa. Había algo que le decía que no debía preguntar y no le importaba que Ian ocupara su mente en los momentos que él mencionaba. Aunque podría ser un problema en algún momento.
—Entonces está bien. Si hubieras aceptado, te habría dicho que la respuesta para olvidarme es ninguna —Ian dio un paso atrás, llevando su cuerpo hacia atrás para ver cómo el pecho de Elisa que se tensó cuando él se acercó jadeaba por aire—. Parece que no nos queda ningún problema, ¿vamos?
—Tomaré mi capa —dijo Elisa y recibiendo el gesto afirmativo de Ian, fue a su habitación a recoger la misma capa roja que había doblado y dejado al lado de su mesa de vestir cuando la esquina de su ojo captó algo en el espejo y se detuvo. Sus dedos recorrieron la grieta que se había formado en el borde del espejo y que era considerablemente grande.
—¿Qué le pasó al espejo? —se preguntó Elisa, encontrando su espejo roto para ser sorprendente.