Elisa observó a Ian después de su pregunta. Su guapo rostro estaba teñido de sombras y la luz amarilla que procedía de la llama en el candelabro colocado sobre el escritorio. Su largo cabello estaba despeinado y caía libremente sobre su rostro, dándole un aspecto despreocupado.
Mientras lo miraba, Elisa vio cómo la sonrisa de Ian se ampliaba y sus ojos se arrugaban de diversión como queriendo alabarla, pero de repente apareció un ceño fruncido en su frente que ella notó. —Huelo sangre, ¿te has lastimado? —preguntó Ian.
Elisa se preguntó si estaría herida ya que no se sentía lesionada desde que entró en la habitación. Sin embargo, justo después de la pregunta de Ian, Elisa se estremeció, brotándole sudores fríos en el rostro donde se tornó doloroso que Elisa tuvo que agarrarse a la superficie del sofá.