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En el retrato, el Señor Ian estaba sentado en una silla, frente a una cortina marrón. Sus largas piernas estaban cruzadas delante de él y su cuerpo se inclinaba hacia el respaldo de la silla. Su brazo descansando sobre el brazo de la silla sostenía su barbilla, la cual inclinó juguetonamente hacia el lado derecho del retrato y allí estaba su sonrisa apareciendo en su rostro esculpido.
Elisa siempre había visto la sonrisa, la sonrisa que Ian tenía cuando se sentía divertido o alegre. Había una salvajismo en él y la travesura indomable que mostraba, que conformaban los componentes de su mirada misteriosa que parece como si lo supiera todo.
El encanto era difícil de resistir para cualquiera, razón por la cual muchas mujeres estarían más que felices de ser invitadas a su cama.
Elisa tragó saliva. Este era el retrato de Ian frente a ella pero sentía que el hombre estaba justo en frente suyo, mirándola con los ojos rojos que él tenía.