—Los ojos azules de Elisa se entrecerraron en el ojo de la aguja, empujando el hilo dorado a través del agujero —luego tiró del hilo dorado y continuó bordando la tela blanca que había estado cosiendo y se detuvo un momento para colocar la aguja y desvió su mirada hacia el cielo que se había tornado sombrío.
Habían pasado tres días después del día en que Elisa había hablado con Ian y ella no había tenido oportunidad de encontrarse con él con las obras que él tenía como el Señor. Miró de nuevo la tela blanca que había cortado y cosido en un pañuelo después de que el de Ian se rompiera, había ido al mercado en el pueblo pensando hacerle uno nuevo a Ian y esperaba antes de la fiesta celebrada el último día del año, poder terminar uno hermosamente.