—Belphegor —Torak lo llamó por su nombre—. No te atrevas a acercarte a ella —la voz de Torak era profunda y tranquilamente mortal, pero estaba llena de amenazas y advertencias.
A pesar de ser amenazado y del hecho de que Torak estaba apretando su cuello con una presión fuerte, una sonrisa burlona adornaba sus labios. —Es natural que una polilla se acerque al fuego —dijo con tono mordaz, antes de que Torak lo estrangulara.
Sus ojos se revolvieron en sus órbitas antes de que su cuerpo estallara en ceniza.
Todos los licántropos en la habitación contenían la respiración mientras la identidad del hombre se revelaba al descubierto.
—Belphegor. El príncipe del infierno. Los siete pecados capitales.
Entre la multitud, Calleb no pudo evitar susurrar a Rafael a su lado. —¿Está muerto?
—No —Rafael negó con la cabeza y le hizo señas al guerrero para que limpiara el desastre—. Ni siquiera está vivo para empezar.