—Tristán, ¿qué estás haciendo? —se quejó Zhen-Zhen cuando él trató de quitarle el sujetador. Cruzó los brazos, cubriendo su pecho.
—Cumpliendo tu deseo, Cariño —Tristán le guiñó un ojo y dijo.
—¿Confías en mí, Cariño? —Tristán le preguntó significativamente, sus ojos avellana no se apartaban de sus ojos azules. Zhen-Zhen lo miró indefensa. Suspiró profundamente antes de asentir con la cabeza.
—Confío en ti —murmuró suavemente.
Ese era su indicio. Los labios de Tristán formaron una sonrisa vibrante y victoriosa en su rostro. Tristán se acercó a sus pantalones cortos y lentamente se los quitó. Esta vez, Zhen-Zhen no mostró resistencia alguna al dejar que Tristán hiciera lo que quisiera.
Comenzó a respirar con dificultad por la anticipación. Sus expertas manos estaban haciendo maravillas en su cuerpo. La acariciaba como si fuera la obra maestra más hermosa del mundo. Tristán logró quitarle toda la ropa. Zhen-Zhen estaba completamente desnuda y expuesta ante él.