Después de molestar a Andrés temprano esta mañana, Alveena terminó consiguiendo su número de contacto. Todavía se estaba riendo cuando salió de su habitación.
Le encantaba burlarse de él. Disfrutaba viendo su expresión molesta e irritada.
—No sabía que un hombre podía ser tan lindo como una mujer cuando se sonroja. Jajaja... No sé si la cara enrojecida del señor Borrachín es por vergüenza o porque simplemente está hirviendo de ira —murmuró Alveena para sí misma mientras negaba con la cabeza.
Mientras tanto, Andrés todavía estaba mirando la puerta por donde Alveena desapareció de su línea de visión. Parpadeó varias veces confundido.
—¿Pero qué diablos acaba de pasar aquí? ¿Le di mi número a esa chica ruidosa? —murmuró Andrés incrédulo.
Después de darse cuenta de lo que había hecho, se cubrió la cara con ambas manos.
—¡Argh! ¡Qué vergüenza! ¿Acabo de ceder a la petición de esa mujer ruidosa y parlanchina? —¿Qué hará ella con mi número?