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Cada día cerca de ella era peor o mucho mejor —Kaizan no podía entenderlo. Olía su aroma en su ropa, saboreaba su dulzura en su paladar. Su deseo de reclamarla crecía con cada día que pasaba. Incluso ahora, entre todos los hombres, el mero pensamiento de quitarle la ropa y tomarla bajo él, encajado entre sus muslos, lo endurecía como había estado todos estos días. La lujuria y el deseo rugían a través de él como nunca antes y aumentaban cada momento que estaba con ella. Y sin ella —se sentía inquieto.
En los días desde su matrimonio con ella, su curiosidad ardió aún más intenso. Las últimas noches no había dormido y solo la había observado mientras dormía. Sus instintos gritaban por protegerla y sospechaba que ella era suya