Tan pronto como Anastasia vio el puñal lanzado hacia ella, lo detuvo en el aire extendiendo sus manos frente a ella y sujetándolo con toda la nieve que había convocado. La nieve se levantó como un montículo y atrapó el puñal en unos segundos. Siora estalló en carcajadas.
—Ahora sabes que nadie puede hacerme daño, porque la princesa de las hadas ha jurado salvarme —siseó. La magia en ella palpitaba en su templo. Quería liberarla más. Giró la cabeza para buscar a Iona. El zumbido mareante de la magia seguía empujándola, retorciéndola por dentro. Su mirada se posó en Rolfe, que ahora avanzaba hacia ella, con sus cuernos erguiéndose. —¡Esto va a ser divertido! —siseó—. Te asaré, bastardo. Asaré a tu esposa y al bebé en su vientre. Ahora nadie puede detenerme de recuperar mi trono. Una vez que te mate, ¡reclamaré lo que es mío!