—Sus caballos relincharon al entrar en Galahar. Los campos donde una vez la magia negra giraba a su alrededor bajo cielos cubiertos de nubes densas y grises, estaban bañados en puras brumas. El cielo sobre sus cabezas estaba claro, con solo algunas estrellas aún aferrándose a la luna que bostezaba por dormir o quizás brillar en alguna otra parte del mundo. Se sorprendió de ver cuán hermosa podía ser una tierra de demonios cuando estaba desprovista de magia malévola. El olor de los campos verdes exuberantes mezclado con esa niebla y pino y nieve, era abrumador.