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La madre de Rolfe lo estaba llamando y él lo sabía. Aquellos tentáculos de magia que se sentían como olas pegajosas de maldad eran su convocatoria. Su mandíbula se tensó y un músculo se estremeció. Al ver el cambio repentino en su comportamiento, Íleo estrechó sus ojos y preguntó:
—¿Estás indeciso acerca de tu decisión de casarte con Iona?
Rolfe sacudió la cabeza hacia atrás y se dio cuenta de que su expresión debió haber cambiado drásticamente.
—¡No! ¡Para nada! —exclamó—. Es solo que
Todos en la habitación se quedaron en silencio para que él hablara. El aire se volvió denso con tensión ante la más mínima duda de él.