—Natsya, ¿estás bien? —preguntaba repetidamente. Tenía las cejas fruncidas y sus músculos estaban tensos.
—Estoy bien, querido —dijo ella mientras le acariciaba las mejillas—. Mírame, Aly. Mírame.
Íleo alzó su rostro hacia ella con una mirada dolorida. Tenía la boca seca y se lamió los labios mientras pasaba los dedos por su cabello. —Fallé en protegerte de nuevo —murmuró.
—Deja de culparte por cada situación en el mundo —dijo ella y presionó un beso en sus labios.
Cuando ella se alejó, él dijo —Debería haber ido a ti en lugar de discutir el diseño con Rolfe. Yo habría matado a la bestia antes de que entrara en tu habitación. ¿Y cómo demonios entró allí? No lograba calmarse.
—Aly, por favor, cariño, cálmate. Estoy bien —reiteró ella. Se sentía temblorosa por todo lo sucedido. Estaba tumbada en la cama cuando, desde el rincón de su ojo, vio al Ojuto y chilló. Ara entró corriendo con su espada.