En el siguiente momento, Iona se acurrucó en su palma y luego alcanzó su pecho e Íleo, él rodeó con sus brazos a su hermana. Lágrimas brotaron de sus ojos mientras su pecho se agitaba con sollozos.
—¡Iona! —dijo con una voz ronca y baja—. ¡Te extrañé! —Colocó besos continuamente en su frente mientras lloraba y lloraba.
Su hermana finalmente había regresado. Estaba libre de las fuerzas oscuras. Íleo era el hombre más feliz del mundo hoy. Estaba parado con su esposa y su hermana.
Kaizan se colocó justo al lado de Anastasia y pasó su brazo alrededor de sus hombros mientras los dos miraban al hermano y a la hermana. Mientras Iona gemía y se acurrucaba y le mordisqueaba como una niña, Íleo solo reía y lloraba.
—¡Dioses, cómo te extrañé, cabezota! —dijo.