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Íleo hablaba de un lugar llamado Vilinski. Sobre su rey y reina, Ian y Áine, y una chica llamada Iona... Los nombres daban vueltas en su cabeza. Tantas preguntas, tanta confusión... Su cabeza comenzó a palpitar y su corazón se aceleró mientras un aliento entrecortado salía de ella y un temblor recorría su cuerpo. Nudos de miedo se formaban en su estómago.
—¡Anastasia! —Íleo corrió hacia ella y se arrodilló frente a ella. Su mirada iba de un ojo al otro. Puso su palma en su mejilla y dijo:
— Respira, bebé, respira. Acarició su mejilla y dijo suavemente:
— Lo que sea que estés pensando, no lo hagas. Por favor, ¿intentarás relajarte?
Ella miró en los tonos dorados amarillos de sus ojos que parecían sujetarla. Su toque en su piel... esa voz profunda, baja y aterciopelada... ¿Por qué era que calmaba su corazón acelerado? Comenzó a relajarse y sus miedos se disolvieron en su calor. Se acercó más y comenzó a acariciar su cabello y luego lentamente bajó por su espalda: