La comida fue sorprendentemente de gran calidad considerando el lugar donde se habían establecido los campamentos. Faisán asado, pan de jengibre, pescado curado y gachas dulces. E Iona se lo comió todo sin preocuparse de que parecía absolutamente bárbara mientras lo devoraba. En cuanto a Rolfe, simplemente la miraba con satisfacción de que ella lo tuviera todo tan cariñosamente. Esto no era nada comparado con la comida en el palacio, pero le había llegado a gustar durante los últimos cinco años que se había visto obligado a vivir la vida de un nómada.
Para la absoluta vergüenza de Iona, eructó al terminar su comida. Sus mejillas ardieron y por un momento pensó en lo que Rolfe pensaría de ella, pero al ver que solo le daba una sonrisa dulce, se mordió el labio. —La comida estaba muy deliciosa —dijo ella.