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Iona cerró sus ojos y pronto se quedó dormida. Se despertó con ruido fuerte al otro lado de su puerta. Era como si alguien estuviera gritándole a las sirvientas. El Diumbe que había dejado fuera de su puerta para que guardara también se escuchaba siseando y gorgoteando.
—¡Abre la puerta! —escuchó a Etaya gritar.
La mirada de Iona se dirigió al libro e inmediatamente lo lanzó debajo de su almohada. Ordenó al Diumbe que se alejara de la puerta desde adentro. Cuando escuchó que se arrastraba lejos de ella, la abrió y encontró a una furiosa Etaya mirándola.
—¿Por qué fuiste a mi cámara ayer? —preguntó con una voz enojada, que controlaba lo mejor que podía para sonar más calmada.